Bogotá no se ha distinguido precisamente, al menos no en las seis décadas anteriores, por su conservación del patrimonio arquitectónico. Algo debe tener que ver la constante batalla por recordar la historia de la ciudad, para convertirla en parte fundamental del presente, con la pasmosa facilidad con la que han sido derribadas o echadas a perder ciertas obras que marcaron las vidas de los bogotanos en tiempos pasados.
Por ello sorprende y da razones para la esperanza la bellísima iniciativa de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de no tumbar el antiguo matadero distrital, sino de restaurarlo, adecuarlo y convertirlo en una biblioteca con vocación de centro cultural. El simbolismo de la reconstrucción –eso de pasar de lugar de muerte a lugar de cultura– es más que suficiente.
El matadero fue inaugurado en una época, 1929, en la que el occidente de la ciudad empezaba a dar señales de modernidad. Pronto, sus 1.700 metros cuadrados resultaron insuficientes, pues, al tiempo que crecía la turbulenta Bogotá del siglo XX, aumentaba el sacrificio de ganado. Y fue necesario ampliarlo. Con el paso de las décadas, sin embargo, la obra sufrió el mismo olvido que sufrieron tantas otras: luego de ser cerrada, en 1978, “por problemas de salubridad pública”, la volvieron monumento a la desidia, bodega, refugio. La brillante restauración, diseñada por los arquitectos Catalina Cárdenas, Natalia López y Rodolfo Ulloa, la ha convertido en un luminoso espacio de 7.000 metros cuadrados (y se habla de una ambiciosa segunda fase que la ampliará hasta 75.000) en el que hay auditorios, salas de exposiciones, espacios abiertos para presentaciones y salones para la investigación.
Todo asombra de la edificación recobrada: el respeto por la esplendorosa construcción original, la conservación de la chimenea de ladrillo, las escaleras amplias que tienden a convertirse en graderías para encuentros académicos. Pero quizás sea la biblioteca misma, que hoy ocupa el espacio del antiguo salón de sacrificio, lo que más impresiona. Su iluminación, su colorido, su acústica, su ventilación natural, acorde con las preocupaciones de hoy, llevan a la idea de una sociedad vital e ingeniosa que en medio de las dificultades está dispuesta a darle sentido a su pasado.
Fuente: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13232262
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